Nota: este artículo es el último del ciclo Diario de 16 Festivales, pero finalmente no salido en Diario 16, donde sólo se publicó nuestra previa de este festival. Dejo en mi blog el texto, para que quede constancia aquí del proyecto completo que tanto hemos disfrutado llevando a cabo este año. Esta crónica y la del Lemon Pop (también disponible en este blog) son las dos únicas de las 16 que no han sido directamente publicadas en Diario 16.
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Ya estamos en la decimosexta y última parada de nuestro ciclo Diario de 16 Festivales 2018. Ha sido un periplo intenso, repleto de grandes momentos y conciertos memorables. En esta ocasión hemos estado en Bilbao y Barakaldo, donde se celebraba el BIME Live, consolidado como el gran festival de otoño de la península.
El día previo pudimos disfrutar en salas del centro de Bilbao de propuestas tan variadas y atractivas como el rock psicodélico de Altin Gün, el rock mestizo de Eskorzo, el garaje rock de Los Wilds, el electropop de Kid Francescoli y la “kinkidelia” de Derby Motoreta’s Burrito Kachimba, dentro de la programación BIME City. Esta es una gran iniciativa que se ha convertido en tradición durante los días previos al festival, totalmente gratuita y sin necesidad de tener la entrada del festival, y que sirve como un gran calentamiento para lo que se avecina durante el fin de semana.
La música toma los pabellones del BEC
Ya en el BEC (Bilbao Exhibition Centre) de Barakaldo (a las afueras de Bilbao, muy fácil y rápidamente accesible en metro), desfiló durante dos días una sucesión de muchos de los mejores artistas musicales tanto nacionales como internacionales. Entre las primeras bandas en salir al escenario estuvieron dos de las más relevantes del panorama vasco actual: Vulk y Belako. Dos excelentes grupos con muchas cosas buenas en común, que mezclan rock y post-punk con mucho acierto y que dejaron el listón alto para las estrellas venidas de fuera que actuaban a continuación.
Sin embargo, a John Maus le valió con salir él solo al escenario, sin banda, para convertirse en uno de los grandes héroes de esta edición del BIME Live. Era un concierto muy especial, pues se trataba del primero tras la trágica muerte de su hermano, que además solía ser el bajista en sus conciertos. Por ese motivo, John Maus ahora prescinde de banda y vuelve a un formato “karaoke” como en sus viejos tiempos, aunque con una puesta en escena que convenció y emocionó. Aunque cantó poco más de media hora, fue de lo más intensa, lo dio todo con su voz y con sus movimientos, e incluso llegó a correr de una parte a otra del escenario mientras interpretaba la gran “Maniac”.
La cosa iba “in crescendo”, y llegó a su punto más álgido con la actuación de Slowdive. Uno de los mejores grupos de los 90, y de los máximos referentes de la generación “shoegaze”, que está protagonizando una de las mejores y más justificadas reuniones de la historia con un extraordinario nuevo disco y unos conciertos que son pura magia. Maravillosas canciones del último álbum, como “Sugar for the Pill” y “Star Roving”, se alternaron con clasicazos del calibre de “Souvlaki Space Station”, “When the Sun Hits” y “Alison” para trasladar el BEC a otra dimensión, acabando por todo lo alto con su habitual y magistral versión de “Golden Hair”, de Syd Barrett (el líder original de Pink Floyd).
Tras semejante concierto, era prácticamente imposible mantener el nivel, incluso para una banda de la talla de Editors, la más famosa de entre las que actuaban este día. Aun así, ofrecieron un buen espectáculo que brilló especialmente con viejos temazos como “Munich” y “Smokers Outside the Hospital Doors”, aunque las canciones de su nuevo álbum “Violence” también sonaron de manera digna en directo. No fue para nada lo más destacable del BIME, pero son muy buenos músicos y siempre cumplen en directo, con un show muy rodado y de gran nivel.
Por su parte, Aphex Twin demostró una vez más por qué es probablemente el artista electrónico más influyente y reconocido de la historia. Esta vez acompañado de una escudera a los mandos, entre los dos despacharon una gran y muy variada sesión, con momentos para bailar y momentos para dejar volar la mente. Como es habitual en sus shows, la experiencia vino acompañada de un gran despliegue visual y pantallas que mostraban todo tipo de imágenes, entre ellas las de personalidades españolas con caras deformadas “a lo Aphex”.
Mark Kozelek, único en su especie
El segundo y último día de la programación del BEC tuvimos buen rock internacional desde la tarde, con propuestas de gran calidad como el pop guitarrero de Rolling Blackouts Coastal Fever y la psicodelia garajera y ecléctica de Unknown Mortal Orchestra. Poco después llegó el peor “solape” de todo el festival: Sun Kil Moon vs. Kurt Vile & The Violators.
Pese a haberme quedado sin entrada y con ganas de Kurt Vile unos pocos días antes en Madrid, mi decisión estaba clara. Los conciertos de Sun Kil Moon son siempre muy especiales, aunque la excentricidad del hombre tras este proyecto, Mark Kozelek, no sea para todos los gustos. Vino junto al guitarrista Ramon Fermin y al teclista Ben Boye, que acompañaron de manera elegante y apropiada la voz de Kozelek, que en cada gira adquiere un enfoque aún más narrativo, con extensas letras que cuentan numerosísimas anécdotas y vivencias personales.
Pese a que el lanzamiento del nuevo disco de Sun Kil Moon (“This Is My Dinner”) era inminente, el concierto se centró principalmente en canciones que Mark Kozelek ha editado bajo su propio nombre, e incluso cantó una que aún no sabemos si acabará apareciendo en algún álbum. Me refiero a “1983 MTV Era Music Is the Soundtrack of Outcasts Being Bullied By Jocks”, una nueva canción cuya letra escribió recientemente durante un viaje de avión hacia Philadelphia.
Al cantarla se produjo algo muy especial, pues en ella afirma que hay un músico de Philadelphia que le gusta mucho: el mismísimo Kurt Vile, que actuaba en otro escenario del festival en ese mismo momento (y aunque Kozelek ha escrito esta canción hace poco, ya la había interpretado en otras ciudades antes de que se conociesen los horarios del BIME). En esa parte de la canción le obsequia con halagos, pero también aprovecha para arremeter contra la antigua banda de Vile, The War On Drugs, sobre quienes ya ha cantado insultos de lo más divertidos en el pasado. En esta ocasión, y sin mencionarlos directamente, les dedica palabras como “no me extraña que Kurt Vile dejase ese grupo, tiene mucho más talento que ellos”, o que si él tocase en dicha banda “tendría que ir al baño a vomitar entre canción y canción”. El concierto de Sun Kil Moon acabó con “Dogs”, de su exitoso disco “Benji” de 2014, una obra maestra del folk que revitalizó la carrera de Kozelek.
Además de cantar sobre Kurt Vile, Mark Kozelek también había dicho que era una lástima coincidir porque le hubiese gustado verle tocar, pero que al menos se acercaría a ver luego la actuación de Stephen Malkmus & the Jicks. Y ese era también mi plan, que cumplió mis expectativas pese a algunos fallos técnicos puntuales: Malkmus y sus compañeros ofrecieron un estupendo y muy guitarrero concierto, en estado de gracia con un nuevo disco muy notable como “Sparkle Hard”. Además, fue un puntazo verle tocar clásicos de Pavement (la legendaria banda de los 90 de Malkmus) como “Stereo”.
Pero para estado de gracia, el de la banda estrella de la jornada, MGMT. El dúo de rock psicodélico formado por el cantante y guitarrista Andrew VanWyngarden y el teclista Benjamin Goldwasser, ampliado en directo a quinteto junto a otros tres excelentes músicos, vive un grandísimo momento tras el lanzamiento de “Little Dark Age”, uno de los mejores discos del año. La banda recreó de maravilla el sonido de dicha obra, junto con los archiconocidos hits del primer álbum; incluso tuvieron tiempo de reivindicar un par de temas de “Congratulations”, el fenomenal segundo disco de MGMT que en su momento fue infravalorado por muchos.
Tras acabar MGMT, aún pude llegar a las últimas canciones de José González, y comprobar cómo las estaba bordando él solito a la guitarra. A continuación llegaba el momento de la electrónica, primero con los sonidos festivos de GusGus y luego con un peso pesado como Jon Hopkins, que nos deleitó con las canciones de su nuevo álbum “Singularity” y unos efectos visuales espectaculares que evocaban el espacio exterior. Fue una actuación épica, con un sonido contundente que sacó lo mejor del BEC. El encargado de cerrar la zona principal del festival fue Four Tet, que con una exquisita y mucho más bailable sesión de casi dos horazas y media puso el broche de oro a la mejor edición del BIME Live.
El mejor festival del otoño
La programación de este BIME ha sido magnífica, y la experiencia del festival sigue siendo muy placentera y cómoda gracias a varios factores: tamaño, instalaciones del BEC, buenas conexiones con el centro de Bilbao, etc. Si hubiese que ponerle pegas, habría que empezar por el sonido, que sin llegar a ser desastroso se ve un poco limitado por la acústica de este recinto. También hay que lamentar la mala suerte con las cancelaciones, primero con Fever Ray y luego con M.I.A., aunque creo que pese a ellas quedó un cartel de ensueño.
Por otra parte, este año no me ha gustado el nuevo escenario Goxo, con el que intentan sumarse a esa moda de “sonidos urbanos” a los que personalmente no termino de ver la gracia, y del que salimos con espanto las pocas veces que fuimos y nos encontramos con canciones de trap y reggaeton.
Lo que sí me parece un acierto es el ya conocido escenario Gaua, que un año más ha sido un refugio con electrónica de calidad hasta horas intempestivas de la madrugada. Eso sí, se echan en falta las alternativas rockeras a partir de cierta hora; estaría bien programar grupos con guitarras también de madrugada, o al menos un DJ que pinche temazos de rock como el año pasado.
Otra de las tradiciones del BIME Live es que la noche del sábado sea aún más confusa si cabe con el cambio horario, aunque parece que este año será el último que ocurre si se cumplen los planes de la Comisión Europea. Sin embargo, seguiremos disfrutando de otra tradición mucho más importante en cada visita al BIME: gozar con la comida de Bilbao, un auténtico paraíso gastronómico. Esperamos volver otra vez el año que viene, aunque será difícil superar el nivel musical de esta edición.